Las trampas de la percepción
Por. Coach
Edgardo Martinez Zimarioff
De CIECC
Universidad Abierta
Una de las claves para ayudar a las personas
a lograr sus objetivos, en cualquier campo de la vida y no solo en las
empresas, es ayudarlas a interpretar la realidad desde otra perspectiva.
Cuando uno descubre cosas que antes no podía
ver, es capaz de diseñar nuevas acciones y estrategias, para alcanzar así lo que desea.
En Coaching decimos que impulsando a nuestro
cliente a ser “un nuevo observador” de las cosas, podemos ayudarle a encontrar
caminos que no veía, a derrumbar barreras autoimpuestas y lograr que se sienta
bien, alcanzando sus sueños.
Una de los elementos fundamentales de enfrentarse
a barreras que impiden solucionar un asunto favorablemente, está en no poder
ver caminos, para abordar tal o cual asunto que nos preocupa..
Una
clave de no poder encontrar soluciones, o sentirse en un callejón sin salida,
tiene que ver con la percepción y la interpretación que hacemos de las cosas que pasan, de las
personas y de nosotros mismos.
Creemos en una realidad común
Un elemento es juego, es que nuestra
capacidad de lograr resultados deseados, está siempre menoscabada por la absoluta convicción que nuestras
creencias se basan en datos reales.
Eso comprende la ilusión que los datos que
seleccionamos son una fiel representación de la realidad y eso no es así.
Es entonces, que desde esa perspectiva, si
creo que hay una barrera o no hay un camino para lograr algo, no lo podré
lograr.
Para entender esto y la forma en que se
trabaja en la búsqueda de una nueva visión e interpretación de las cosas, analicemos
algunos elementos en juego.
Por un lado, es interesante destacar que la
percepción es selectiva.
Ello quiere decir, que sin importar a que
realidad del mundo me esté enfrentando, veré e interpretaré la misma de forma
parcial.
Como la percepción es selectiva, me
enfrentaré a elementos que me llaman la atención, a otros que no tanto y a unos
que directamente ignoraré en una apreciación global.
Veamos un ejemplo cotidiano: imaginemos que
una pareja con su hijo pequeño, se encuentra con una mujer hermosa y elegante.
Frente a la misma, el hombre posiblemente preste más atención a ciertos
aspectos del atractivo de la persona, en tanto que su pareja, mujer, pudiera
estar atendiendo la forma en que va vestida o tal vez sus joyas o quizás el
corte de pelo. Por su parte un pequeño hijo o hija podría prestar muy poca atención
a la mujer del ejemplo o tal vez llamarle la atención algún adorno llamativo o
su actitud hacia él o ella.
Así es entonces, que los tres habrían estado
enfrentados a la misma persona, pero cada quien la habría observado y juzgado
desde diferentes perspectivas, ya que la
percepción es siempre selectiva. Esto es que frente a cualquier asunto o
situación yo veo una cosa y tú ves otra, ya que cada cual se focaliza en
aquello, que por la razón que fuese, le atrae más.
Datos y significados diferentes
Pero no solo es que seleccionamos datos
diferentes de un mismo contexto, sino que también les damos significados
diferentes, dependiendo que quien sea el observador.
En ello influirán, por ejemplo, mis creencias
previas sobre el asunto o la persona, así como el juicio que estoy haciendo en
ese momento, mis experiencias pasadas, el conocimiento que tengo de la cosa,
mis valores, y muchos otros aspectos más.
Fragmentos de la realidad
Un elemento central del análisis de la
percepción y la interpretación que damos a las cosas, está en que juzgamos y
nos movemos sobre la base de “fragmentos de la realidad”.
A eso debe sumarse esos datos parciales, que
sacamos de un entorno global, están también sesgados por la interpretación
estrictamente personal que hacemos de los mismos.
A su vez esos fragmentos de realidad son
también en muchas casos apenas “indicios” o “pistas” que nos llevar a elaborar
conclusión es que no necesariamente coinciden con lo que efectivamente hay
detrás de los mismos.
Para entender esto veamos como ejemplo la
interpretación de una actitud, una mirada o una palabra de una persona.
Sobre cualquiera de ellas, podremos hacer
cualquier clase de conjeturas, suponiendo cosas que se a acerquen a la
realidad, de por qué fueron expresadas de esa forma. Puede ser que los indicios
nos aproximen a la realidad que hay en la mente o las intenciones del otro,
pero puede ser que estemos muy alejados.
Siguiendo el ejemplo, lo cierto es que
siempre estamos dando una intención a
cualquier mirada, gesto o palabra y lo hacemos sobre la base de mis propias
creencias o inferencias (juicios sobre eso).
A todos estos elementos que se conjugan en la
percepción y la correspondiente interpretación, se suma otra trampa que muchas
veces y en mayor o menor medida, nos aleja de una interpretación objetiva.
Este último elemento de juego (aun cuando
podríamos poner también en consideración algunos otros), es que tendemos a
completar los datos faltantes.
Como captamos e interpretamos fragmentos de
la realidad, que necesitan tener un significado para nuestra nosotros, y son
justamente eso, apenas algunos elementos de un todo, es que nuestra mente
“completa los agujeros”, por decirlo en un lenguaje sencillo.
Esto es la llamada tendencia al
“completamiento”. El problema que solemos llenar esos vacíos, con lo que
creemos que va en ellos y así distorsionamos la percepción e interpretación.
Un viejo principio vinculado al tema dice
algo así como “yo digo lo que digo y tú entendés lo que entendés”.
En Coaching trabajamos entonces ayudando a
nuestro cliente a tener una nueva
perspectiva de las cosas y por consiguiente ser así capaz de diseñar nuevas
acciones que le permitan lograr lo que esté buscando alcanzar.
El Coach ayuda a desestructurar la percepción
y transformar así a su cliente en un nuevo observador.
Si desea profundizar es el Coaching, contáctese con la Asociación de Facilitadores del Potencial Humano de Uruguay en http://coaching.edu.uy
También puede ver el sitio del Centro Iberoamericano de Coaching en www.centroiberoamericanodecoaching.com